Cultura del debate
Padre Hugo Tagle @HugoTagle
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Padre Hugo Tagle
La seguidilla de debates y discusiones políticas de estas semanas hace bien. Obliga a pensar, por duros que hayan sido. Mejor que la violencia. Nuevamente se demuestra que, conversando, se entiende la gente.
Muy lejos de lo que se pretende celebrar hoy. El 18 de Octubre, en la dinámica chilena, será un día triste. La violencia sólo enloda la más noble de las aspiraciones y demandas. Es más, en Chile, la violencia desatada a partir del 18 de octubre de 2019 sólo ha perjudicado, se ha ensañado con los más pobres y vulnerables.
Pero sí podemos sacar algunas lecciones. La primera, recuperar el valor de la democracia. De hecho, la última encuesta CEP trae, entre los índices positivos, un mayor apego de los chilenos a la democracia como camino de construcción de la sociedad y un mayor rechazo a la violencia.
Quizá una dolorosa lección de lo vivido en estos meses. La democracia se valora, pero se desconfía de los políticos. Una gran pregunta para los que aspiren a cargos públicos: ¿qué tan cerca están de las demandas de la gente, conocen sus realidades, participan de sus inquietudes, anhelos y frustraciones?
Una segunda lección de esta fecha es que la política debe ser más proactiva, saber leer mejor lo que se "mueve" en la sociedad, sobre todo los niveles de descontento, que en el caso chileno eran altos. Mucha rabia acumulada, utilizada por minorías que supieron, en cosa de días, casi destruir el país. Que no vuelva a ocurrir. Para eso se deben hacer las cosas bien, estar dispuestos a ceder, buscar puntos de acuerdo, pensar en los más postergados y vulnerables. El bienestar de una sociedad se mide por los que están abajo y no por los que están arriba.
"La guerra no le conviene a nadie" dijo hace unos días uno de los líderes de una de las decenas de fracciones del pueblo mapuche. En efecto, la violencia enquistada y alimentada por unos pocos en La Araucanía no le conviene a nadie, menos a los mapuches. Grandes perdedores en ese estado de violencia cobarde que, nuevamente, se ensaña con los más pobres entre su mismo pueblo. La mayoría de los mapuches quiere paz. Viven amedrentados y amenazados por una minoría a la que no le interesa su bienestar.
Y una última lección es que en esto de construir país no hay ganadores ni perdedores por separado. Juntos, todos ganamos o todos perdemos. Somos un país pequeño en el que nadie sobra. Entre más puntos de encuentro, más signos de unidad se construyen y cultivan, tanto mejor para todos. Quien pretenda prescindir del otro para un proyecto de país, se equivoca. No olvidemos las lecciones. Es malo tropezar con la misma piedra.